La inminente catástrofe ambiental y climática a la que enfrenta la humanidad suscita reacciones políticas e institucionales de diversa índole. Entre ellas se evidencia una creciente implementación de medidas para regular los flujos comerciales internacionales, en particular, las de política comercial de carácter medioambiental.
Estas medidas suceden en dos planos diferentes. Por un lado, estas cláusulas se vienen incorporando en forma creciente en los acuerdos comerciales o económicos internacionales, pasando de un promedio de ocho disposiciones ambientales por acuerdo durante la década de 1990 a un promedio de cincuenta disposiciones entre 2010 y 2018. Esta tendencia se refuerza en el caso de los acuerdos que tienen como contraparte a las naciones desarrolladas y a los países en desarrollo, los llamados «acuerdos Norte-Sur».
Asimismo, las medidas de carácter ambiental tomadas de forma unilateral por los países o los bloques para administrar sus flujos de importaciones también crecieron considerablemente, en especial la utilización de medidas sanitarias y fitosanitarias (MSF) y de obstáculos técnicos al comercio (OTC). Las primeras refieren a la inocuidad de los alimentos, la salud de los animales y la preservación de los vegetales, mientras que las segundas son reglamentos técnicos y normas para la protección de la salud y la seguridad de las personas o la preservación del medio ambiente. Estas medidas son tomadas de forma precautoria; es decir, no es necesario comprobar primero un daño real para luego implementarlas.
El Pacto Verde Europeo
Para dar algunos ejemplos. La Unión Europea, en el marco del objetivo 55 de su Pacto Verde, viene discutiendo un grupo de propuestas legislativas entre las que se destaca el mecanismo de ajuste en frontera por carbono, cuyo objetivo principal es evitar la «fuga de carbono» mediante la aplicación de una tasa adicional sobre las importaciones de aquellos productos con mayor riesgo de traslado de su producción desde la UE hacia países con normas medioambientales menos estrictas, para luego ser exportados hacia el bloque.
Otra de las iniciativas prontas a implementarse es la propuesta para minimizar el riesgo de deforestación y degradación forestal asociado a productos que la Unión Europea importa, lo que implica que solo se permitirá el ingreso al mercado comunitario de productos que se hayan elaborado en tierras que no hayan sido objeto de deforestación o de degradación forestal, obligando a los agentes importadores a rastrear el origen de los productos que venden hasta la parcela de terreno en la que se elaboraron en los países de destino. Inicialmente, la medida afecta a los siguientes productos y sus derivados: aceite de palma, carne vacuna, madera, café, cacao, caucho y soja.
Debemos entender este tipo de medidas no como esquemas de proteccionismo tradicional que busca reducir las importaciones sino como instrumentos de administración selectiva del comercio internacional; es decir, medidas que son intencionalmente ordenadoras respecto de qué es lo que se comercia, desde qué países y a qué empresas productoras se les compra y a cuales no. Desplazando así flujos de importación desde un país, que puede ser el nuestro, a productos de otros orígenes que cuenten con las certificaciones requeridas o que tengan una menor huella ambiental, condición que pueden alcanzar simplemente por su cercanía geográfica debido a un menor impacto del transporte internacional.
En este sentido, nuestro país puede perder gran parte de sus exportaciones, ya que alrededor del 65% del valor exportado en el último lustro se explica por bienes que estarán parcial o totalmente afectados por el nuevo marco normativo medioambiental del comercio internacional. Al menos el 30% de nuestras exportaciones de subproductos de origen animal y vegetal es destinado a países de altos ingresos o desarrollados, que lideran la adopción de este tipo de barreras medioambientales para el comercio internacional.
Si bien Argentina cuenta con un abanico de oportunidades relacionadas con la adaptación a las nuevas reglas de juego del mercado internacional, aún queda mucho por hacer y en el corto o mediano plazo no se divisa un sendero que avance en este sentido, antes de que el mundo nos imponga sus restricciones.
Por Anahí Rampinini. Publicado originalmente para BAE Negocios