¡Estoy verde!: La huelga mundial contra la crisis climática

La oportunidad de integrar las agendas de la economía feminista y la economía ambiental. Las crisis económicas, sociales y climáticas, si bien afectan a la población mundial en su conjunto, recaen más fuertemente sobre los sectores en mayor situación de vulnerabilidad, entre ellos las mujeres

Argentina se unió a la 8va movilización mundial contra el cambio climático, con el fin de concientizar sobre el vertiginoso ritmo con el que la actividad humana derivada del sistema de producción actual está poniendo en jaque al ecosistema y de reclamar medidas urgentes para contener y revertir la innegable crisis climática.

Si bien el epicentro fue en CABA, donde se desplegó un acto con la participación de cientos de jóvenes activistas, trabajadoras y trabajadores, integrantes de la comunidad científica, movimientos feministas, militantes de distintos partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil, delegaciones de sindicatos y vecinxs autoconvocadxs, la movilización tuvo un fuerte carácter federal, desplegando acciones en más de 30 puntos de nuestro país.

Ante la urgente necesidad de declarar la emergencia climática y frente al negacionismo, la contundencia en las calles. Una vez más el poder de movilización y expresión popular es capaz de manifestar de forma categórica que el cambio climático ya está en todos lados y que es nuestra responsabilidad tomar cartas en el asunto.

Luego de casi un año y medio de pandemia por COVID-19, la crisis climática dista mucho de haberse desacelerado producto de la baja mundial en la actividad económica. Las cada vez más habituales noticias sobre los fuertes efectos de la crisis climática alertan sobre la urgencia de acciones comprometidas de los gobiernos.

Según asegura la Organización de Naciones Unidas (ONU), a finales de este siglo, la temperatura media de nuestro planeta podrá haber superado los 3,2 grados de media, a pesar de que el límite medio de aumento estaba fijado en 1,5 grados, según fuera establecido en el Acuerdo de Paris contra el cambio climático. Esto implicaría que los impactos como incendios, sequías, olas de calor, efectos negativos sobre la biodiversidad sean aún mayores. Todxs acuerdan que el tiempo se agota y que las acciones son requeridas de forma urgente.

Cambio climático, etiquetado frontal y financiamiento

Entre los reclamos al Congreso este viernes se destacaron la sanción de leyes clave como la de protección de humedales, Plan de acción y financiamiento para la adaptación al cambio climático, etiquetado frontal de alimentos, plásticos de un solo uso, movilidad sustentable, una correcta implementación de la ley de Ezcazú, entre otras. Pero principalmente, se busca instalar la necesidad de un cambio estructural: que la agenda ambiental sea tomada transversalmente como parte de todas las iniciativas legislativas y de la planificación del desarrollo, en pos de diagramar un sistema justo y sostenible.

Es en este punto donde las agendas del feminismo y de la economía ecológica no sólo se entrecruzan, sino que también se complementan, invitándonos a repensar la economía desde una doble lógica. El sistema de producción, consumo y la organización de la sociedad deben tener su foco en la sostenibilidad de la vida para todas, todos y todes, incluyendo la vida humana y la de otras especies, dentro de un modelo compatible con la biosfera.

En ese sentido, indiscutibles son los aportes al debate que se plantean desde diversxs referentes y pensadorxs de la economía feminista, entre ellxs la antropóloga, ingeniera, profesora y activista ecofeminista española Yayo Herrero, quien nos pone de manifiesto que debemos repensar el sistema de producción y orden económico mundial no sólo redelimitando cómo producimos, sino también repensando qué y cuánto producimos. La antropóloga destaca que tanto la economía feminista como la economía ecológica ponen en centro del análisis a los sujetos, recursos y prácticas invisibles y subvaloradas, pero insoslayables si se quiere evitar el colapso civilizatorio.

Es en este sentido que el pasado 24 de septiembre, una serie de referentes del activismo feminista enunciaron una serie de reivindicaciones fundamentales para accionar ya contra el cambio climático. Desde Eco House, una organización sin fines de lucro que promociona el desarrollo sostenible a través de la educación y la concientización ambiental, plantean que es a partir de la interseccionalidad de trayectorias, experiencias y prácticas territoriales de los feminismos populares y los movimientos ambientales que se debe desplegar la lucha, generando un diálogo urgente entre ambos para poder complementar saberes y prácticas y torcer el rumbo del colapso ecológico.

Justicia ambiental es Justicia social

La necesidad de integrar agendas del feminismo y del movimiento socioambiental se refuerza con contundencia al saber que las crisis económicas, sociales y climáticas, si bien afectan a la población mundial en su conjunto, recaen más fuertemente sobre los sectores en mayor situación de vulnerabilidad, entre ellos las mujeres.

Ya no caben dudas de la existencia de fuertes brechas de género en detrimento de las mujeres. Somos nosotras quienes sufrimos mayores niveles de desempleo y precarización laboral y por subsiguiente en pobreza e indigencia. La división sexual del trabajo se refleja en una asimétrica distribución de los trabajos no remunerados que recaen mayoritariamente en las mujeres. En este sentido, las inequidades de nuestra sociedad, el acceso diferenciado a los recursos, oportunidades y capacidades derivan en que la crisis climática afecte de manera diferente a los distintos géneros y también reproduzca y refuerce las inequidades y desigualdades estructurales.

Grandes han sido los avances en materia de diagnóstico y amplia es la agenda que debe abordarse para delinear políticas para la mitigación del cambio climático con una perspectiva de género.

Desde la economía hoy se ofrecen pocas y aisladas herramientas frente a la magnitud del problema climático. Considerar los daños al ambiente como fallas de mercado, externalidades negativas o cobrar más impuestos para que esté permitido contaminar, parece muy poco sostenible frente al desastre climático al que nos enfrentamos.

Tal vez como plantea la economista Mariana Mazzucato sea momento de pensar la agenda ambiental transversalmente e incorporar objetivos más ambiciosos. Encontrar una solución al cambio climático requerirá de una transformación tanto de agentes privados y civiles, pero fundamentalmente deberá ser el Estado quien lidere esa transición de objetivos. Los cambios deberán incluir ciudades neutras en emisiones de carbono, modificaciones en la movilidad, en los diseños industriales, un planteamiento transversal de la innovación, rediseño de instrumentos fiscales, legislación que incentive la economía circular (relacionada a recuperación y valorización de los residuos), cambios culturales, entre muchas otras que aún están abiertas a discusión, pero resultan impostergables.

El foco está puesto hoy en la necesidad de impulsar agendas que integren la visión feminista y socioambiental de forma trasversal en todas las órbitas e instancias de decisión, para revalorizar los procesos, sujetos y las tareas domésticas y del cuidado, que fueron históricamente invisibilizadas y no remuneradas, y hoy comprendemos como absolutamente necesarias para el sostenimiento de la vida humana.

Por Cecilia Galarza y Pía Ramello. Publicado originalmente para BAE Negocios.

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