Las dos Argentinas del consumo

La modalidad de compra de productos de consumo masivo es diferente por niveles socioecónomicos: compras de alta frecuencia y cercanía, contra adquisición de mayor volumen. Cómo influye la modalidad de percepción de ingresos

En un contexto de fuerte inflación e incertidumbre, el consumo masivo en Argentina presentó la contracción más grande en los últimos diez años a fines de 2021, con un 12% menos de volumen que en 2011, según datos de Scentia. Sin embargo, algunos patrones de consumo parecerían ir en contra de lo «lógico» para un país en las condiciones que atraviesa el nuestro. Mientras la estrategia obvia parecería ser aprovisionarse de productos se desploman las compras con misión de abastecimiento.

El país atraviesa una crisis económica prolongada, y fuertemente agudizada por la pandemia, pero los recitales se sobrevenden, los dólares se fugan a Qatar y los restaurantes están llenos. El panorama es confuso y aparentemente incoherente porque intentamos pensar a Argentina como si fuera una sola nación, cuando hace tiempo que se viene perfilando como dos países diferentes.

El Indec publicó el viernes pasado los indicadores de IPC de septiembre, que nos muestran una variación interanual de precios de 83% en el total nacional. Los últimos indicadores de ingresos publicados por el mismo organismo son de julio de este año, y para ese momento ya mostraban un desfase de casi 3 puntos con respecto a la inflación acumulada (diferencia del incremento salarial frente al incremento del IPC), con un panorama fuertemente heterogéneo: 3 puntos de pérdida para el sector privado registrado, 3 puntos de ganancia para el sector público y más de 10 puntos de pérdida para el sector privado no registrado.

La realidad argentina es cada vez más heterogénea: una inflación de 83% supone pérdidas para la mayoría de los bolsillos, pero no en la misma medida. Por lo tanto, es lógico asumir que el impacto de esta realidad disímil en el ingreso disponible tenga su consecuencia sobre el consumo.

Si pensáramos en la manera más eficiente de gestionar los gastos en consumo masivo llegaríamos, posiblemente, a la conclusión de que es una buena idea abastecerse de productos de larga vida útil, sabiendo con certeza que su precio seguirá apreciándose a medida en que pase el tiempo (y asumiendo que el ingreso no crecerá al mismo ritmo) y maximizar todo lo posible el abastecimiento de productos perecederos. De esa forma, podríamos «congelar» el precio, en un contexto en el que la canasta de consumo representa una porción cada vez más grande sobre los ingresos de los hogares.

Sin embargo, según los datos publicados en septiembre por Kantar, las compras con finalidad de abastecimiento vienen perdiendo peso sistemáticamente durante los últimos dos años, representando más de 4 puntos de caída en las misiones de compra, al mismo tiempo que se incrementan las compras diarias y las compras de reposición. Asimismo, de acuerdo con los datos del último informe de la consultora ShopApp, el 65% de los consumidores declaró que elige compras de alta frecuencia y poco tamaño: los hogares de ingresos altos y medios-altos aprovechando el formato de abastecimiento y los hogares bajos y medios-bajos haciendo más viajes al punto de venta para realizar compras de menor volumen.

¿Por qué la mayoría de los argentinos elige esta modalidad de compra a pesar del contexto de incertidumbre? El 50% de los consumidores sostuvo que, de esta forma, «gasta menos o controla mejor el gasto». Podríamos también encontrar un origen en el formato de ingreso, lo que explicaría que, más allá de la percepción, existe un límite real de desembolso.

A través de un dato compartido por Federico Moll, director de Analytics de la consultora Ecolatina, se desprende que los hogares de nivel socioeconómico bajo cuentan con un ingreso mucho más distribuido a lo largo del mes en comparación con los hogares de nivel socioeconómico alto. En un hogar que se encuentra en la base de la pirámide, el 35% del ingreso mensual se percibe en los primeros cinco días del mes; mientras que en un hogar de la punta de la pirámide, el 55% de los ingresos se percibe en esos primeros cinco días. Este punto es central: los niveles más altos de informalidad hacen más esporádica la entrada de dinero a los hogares y desfavorecen enormemente la posibilidad de hacer compras de gran desembolso y más espaciadas.

Según la última publicación de distribución de ingreso de Indec, el 10% más rico de Argentina percibe trece veces más ingresos que el 10% más pobre. Mirar este número, sumado a todos los datos anteriores, nos permite acercarnos más a una Argentina profundamente atravesada por la heterogeneidad del ingreso. El 20% más rico llena los restaurantes, los recitales y los aviones, en tanto que el 36% de la base vive bajo la línea de pobreza, con salarios informales o formales que ya no alcanzan a cubrir las necesidades básicas de un hogar.

Hace tiempo que ya no podemos hablar de «el consumo en Argentina» sino de «los consumos». Y para abordar cualquier estrategia que busque construir desde el consumo y el valor agregado interno es necesario dejar de intentar consolidar dos realidades opuestas en una sola.

Por Sofia Ruano. Publicado originalmente para BAE Negocios

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