Dólar, energía, PBI. Por qué hace falta paridad en la macroeconomía

A un año de Paridad en la Macro y en vísperas del día de les economistas

Hace poco más de un año, uno de los principales diarios del país presentaba en tapa una entrevista a la «nueva generación de economistas» de la Argentina. Reunidos para opinar del dólar, de la inflación, las tarifas; el diario había convocado a siete jóvenes economistas a que se lucieran con sus perspectivas para la macroeconomía argentina. Pero la foto de la entrevista grupal denunciaba algo que evidentemente fue invisible a los ojos de quien convocaba: los siete entrevistados eran varones. Ni una sola mujer.

No estoy contando nada nuevo. La economía es «cosa de varones» desde hace mucho tiempo. Basta prender la tele y ver quién opina para comprobarlo: consultores, empresarios, funcionarios, periodistas, con mayoría de nombres masculinos. Las mujeres hace décadas estudiamos el tema y formamos parte de las aulas de economía tanto como ellos. Aun así, no estábamos en esa «nueva generación de economistas» presentada en la entrevista de referencia. Implícitamente -y no tanto- nos transmitían que el futuro se mantendría así de desigual como el presente.

Como respuesta, muchas economistas, de los más diversos sectores y perspectivas, comenzamos a reunirnos para debatir del tema que más nos ha sido vedado: la macroeconomía. Así creamos Paridad en la Macro, espacio desde donde discutimos, divulgamos y escribimos de economía, y desde donde aportamos cada semana con opiniones a distintos diarios.

¿Por qué no estamos?

Muchas veces nos preguntan por qué tenemos que estar, qué tiene de diferente la visión de las mujeres para aportarle a la economía. Pero lo cierto es que la pregunta correcta no es «para qué tenemos que estar», sino simplemente: ¿por qué no estamos? Según el censo 2011 de la UBA, somos el 52% del estudiantado en las ciencias económicas, pero ese porcentaje no se ve luego a nivel profesional ¿Por qué?

Para explicar nuestra ausencia vale decir que nos atraviesan tanto las inequidades estructurales de género como las particulares de la disciplina. Vivimos en un mundo donde las mujeres y otras identidades feminizadas corremos en desventaja. Dedicamos mucho más tiempo a un trabajo que la propia economía no considera «económico» pero que definitivamente necesita para funcionar: ¡cuidar! En Argentina las mujeres pasan en promedio 6 horas diarias haciendo tareas domésticas y de cuidado mientras que los varones sólo 2. Esa desigualdad, así como la desvalorización de la tarea, sin duda inciden en nuestro desarrollo profesional, más allá de los títulos que hayamos obtenido. Es decir que, en parte, no «estamos» en las fotos porque estamos cuidando en las casas.

Pero esa división sexual del trabajo tiene consecuencias aún para las profesionales que no cuidan. Por esos mismos estereotipos acerca de las capacidades «sensibles» y de cuidado femeninas y la supuesta predisposición masculina para las cuestiones racionales y la «ciencia dura», es que se espera que las economistas mujeres se aboquen a tópicos sociales, estudios del trabajo y las propias cuestiones de género. Los «fierros», las finanzas, la energía y la coyuntura macroeconómica parecen ser temas reservados a los varones y, aquellas que osan disputarlo, entran en un terreno hostil. Lo que entre varones es una diferencia de opinión, un punto de vista distinto sobre tal o cual variable, en nosotras se lee como un error conceptual y hasta se cuestionan nuestros títulos.

Sonrío un poco mientras escribo estas líneas porque siento como de apoco y entre todas vamos dejando eso atrás. Hace siglos que las mujeres hablan, debaten y escriben sobre economía, sí, incluso al mismo tiempo que «los padres» de la economía lo hicieron. Es ahora la fuerza arrolladora de los feminismos la que nos da pie para visibilizarlo y visibilizarnos.

¿Para qué queremos estar?

Cuidando o produciendo las mujeres en la economía estamos siempre. Queremos estar analizándola porque es, simplemente, para lo que nos formamos. Sin embargo, claro que nuestros deseos y compromisos van más allá de sencillamente encajar en una disciplina que supo distanciarse profundamente de las necesidades e incluso de los entendimientos de la sociedad en el tema.

Atravesar la economía con una perspectiva heterodoxa y feminista es hoy prácticamente una responsabilidad de época. Traspasar los límites del mercado para plantear una macroeconomía que ponga el foco en la sostenibilidad de la vida, reconocer la interseccionalidad en las desigualdades, apuntar a la diversificación productiva tanto como a una política ambiental con perspectiva crítica, proteger la diversidad de situaciones laborales y promover la igualdad, pensar el territorio y repensar el desarrollo. Que sea esta nueva generación de economistas, bien diversa y feminista, la que le devuelva la economía a la gente.

*Por Lucía Cirmi, Economista (UBA), Magister en estudios del desarrollo (ISS-EUR). Publicado originalmente para BAE Negocios

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