La mejora que se observa en algunos segmentos no corresponde enteramente a una mayor demanda sino a una recomposición de stocks y liberación de órdenes pendientes. A esto se suma la elevada incertidumbre con respecto a la evolución del tipo de cambio oficial.
La economía argentina comenzó a despertarse después del piso de la crisis alcanzado en abril. A diferencia de la deseable reactivación en forma de V, hoy se proyecta una recuperación más lenta, que implica transitar un largo camino para alcanzar los niveles de actividad previos a la pandemia. A su vez, no hay que descartar que la reactivación pueda sufrir retrocesos de existir complicaciones en materia sanitaria.
En las proyecciones del Presupuesto 2021, el Ejecutivo estima una caída del PBI de 12,1% en 2020, acumulando tres años consecutivos de desempeño negativo. Luego, estima un crecimiento de 5,5% en 2021, con una tendencia positiva durante 2022 y 2023. En este marco, la actividad ganaría lo perdido en la pandemia -en el mejor de los casos- tres años después. Para lograrlo, el Gobierno deberá, en principio, sortear problemas de larga data que podrían actuar como freno para la recuperación. Veamos con más detalle los desafíos que se avecinan en materia económica.
Para comenzar, cabe destacar que la pandemia generó un shock negativo en la oferta, que derivó en un desplome de la demanda. Respecto de lo primero, resalta el caso de la producción industrial. Arrastra un profundo deterioro en los últimos años -cayó en 2018 y 2019, retrocediendo a niveles del 2006- y la irrupción de la pandemia implicó un golpe aún mayor.
Luego del freno total de las fábricas en abril, la recuperación comenzó a darse de manera heterogénea al interior del entramado productivo. Hasta julio, los artículos para el hogar, la maquinaria agrícola, así como también las motos y bicicletas registraron mejoras notables comparándolas con los niveles previos al estallido de la pandemia. En cambio, el rubro de confecciones, la industria de hidrocarburos y la de metales básicos todavía se encuentran en niveles muy reducidos.
En este sentido, la mejora que se observa en algunos segmentos no corresponde enteramente a una mayor demanda sino a una recomposición de stocks y liberación de órdenes pendientes. A esto se suma la elevada incertidumbre con respecto a la evolución del tipo de cambio oficial fundamental para la provisión de insumos, que impulsa a los productores a sobrestockearse para evitar mayores costos a futuro.
En el corto plazo, es importante mantener las medidas de asistencia para aquellos sectores que continúan muy golpeados por las restricciones operativas y el deterioro de la demanda. A su vez, será fundamental estudiar los cambios en los patrones de consumo para reactivar la producción, que se asocian en mayor medida a la vida dentro del hogar y a las restricciones de movilidad y de distanciamiento.
Por otro lado, un interrogante que aparece es si la crisis dejará efectos de carácter permanente sobre la oferta. Según los datos de AFIP, el número de empresas del total de la economía viene cayendo ininterrumpidamente desde mitad de 2016. La dinámica se agudizó entre febrero y julio de este año y se registraron casi 15.000 empresas menos. Además del golpe por la pandemia, el deterioro se explica por un mercado financiero pequeño y la elevada carga impositiva a pymes. Estos dos factores estructurales se arrastran desde hace tiempo y será esencial considerarlos en el mediano plazo.
Paritarias, empleo y consumo
Por el lado de la demanda, la crisis generó un deterioro de los ingresos producto de paritarias postergadas, una pérdida de puestos de trabajo formales e informales y un mayor ahorro precautorio, que en conjunto golpearon al consumo privado. De ahora en más habrá que hacer foco en, al menos, tres cuestiones. En primer lugar, no hay que perder de vista que la prohibición de despidos y la doble indemnización amortiguaron el impacto sobre el desempleo. Por lo tanto, habrá que seguir de cerca la evolución de estas medidas para comprender qué pasará en el plano laboral.
En segundo lugar, el Gobierno deberá apuntar a políticas que impulsen la creación de empleo para los sectores de menores ingresos, que fueron los más golpeados por la crisis. Para 2021, el Presupuesto contempla una inversión en obra pública de aproximadamente un 2% del PBI, a la par que el plan Procrear ayudará a dinamizar la obra privada. En este sentido, la construcción es estratégica porque es una fuente generadora de empleo registrado y dinamiza a sectores asociados.
Por último, para reactivar al consumo, es fundamental que el próximo año crezca el salario real. De lo contrario, se acumularían cuatro años consecutivos de deterioro del poder adquisitivo con consecuencias sumamente negativas en materia social. Sin embargo, para que esto pase será fundamental evitar una marcada aceleración de la inflación que trunque la recuperación real de los ingresos.
En esta línea, detengámonos en la dinámica inflacionaria. En los primeros ocho meses del año, la suba de precios se desaceleró más de 10 pp respecto del mismo período de 2019. Esto se dio gracias al congelamiento de las tarifas de servicios públicos, la ausencia de paritarias, Precios Máximos y un tipo de cambio oficial que se mantuvo sin saltos bruscos. En los próximos meses, la corrección de cualquiera de estos factores aceleraría la inflación, complicando la recuperación.
Dólar, cepo y medidas cambiarias
Adicionalmente, las recientes medidas cambiarias podrían actuar como freno para un proceso de recuperación más robusto, dado que desincentivan la inversión y las exportaciones. Sin embargo, era necesario tomar cartas en el asunto frente al preocupante drenaje de reservas y una devaluación iba a agravar la crisis en el corto plazo. Como primer paso, es condición necesaria que el Gobierno otorgue señales que reduzcan la incertidumbre y permitan relajar las tensiones en el mercado cambiario.|
A su vez, resta nombrar al frente fiscal. Será importante encontrar un equilibrio fino entre brindar una política expansiva que ayude a la recuperación pero que no ponga en riesgo la sostenibilidad. Acá no solo entra en juego la futura negociación con el FMI sino también el objetivo de neutralizar el contexto de elevada inestabilidad nominal.
En síntesis, no existen soluciones mágicas para los desafíos económicos que se avecinan. De todas maneras, tenerlos en cuenta será una condición necesaria para encarar la recuperación de la economía argentina y así comenzar a dejar atrás largos años de estancamiento y el deterioro ocasionado por la pandemia.
Por Agostina Myronec, Candela Slupski. Publicado originalmente para BAE Negocios