Aunque en la mayoría de las noticias concentran su atención en lo problemático de nuestra economía, vale la pena destacar algunos datos favorables. Nos referimos a la dinámica de la reservas del Banco Central que, al contrario de lo que suele ocurrir con la inflación, tienen una estacionalidad favorable en marzo, cuando inicia la cosecha gruesa de soja y maíz.
Los altos precios internacionales de los commodities agrícolas (con una suba de 28% en dichos cultivos) redundaron en liquidaciones récord del sector, por casi USD3.000 millones en marzo y unos USD8.000 millones en el trimestre, según informaron la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales. El maíz lideró la exportación en marzo (con USD1.500 millones), seguido por el trigo (USD760 millones) y el aceite de girasol (USD200 millones), como informó BAE Negocios días atrás.
En paralelo, el Banco Central aumentó la tasa de devaluación del dólar oficial, que pasó del 2,3% mensual en enero al 3,4% en marzo. Así, el dólar minorista solidario (que incluye el impuesto PAIS, del 30%, y la percepción de Ganancias, del 35%) cerró el mes en torno de $195, en línea con las cotizaciones financieras actuales y con el dólar blue. El dólar contado con liquidación (a partir de operaciones con AL30) había alcanzado un récord de $244 en enero, ante la incertidumbre por el acuerdo con el FMI, y ahora se desinfló.
Las tensiones en el mercado de cambios aminoraron también, a la par de que se redujo el monto de la deuda en pesos en manos de no residentes; los Pimco y Templeton pasaron de tener cerca de USD10.000 millones (valuados al CCL) a fines del 2020 a poco más de USD2.500 millones terminando el 2021. De hecho, el último vencimiento del 18 de marzo no generó sobresaltos y despejó la idea de otra emisión hard-dollar para su salida.
Veranito cambiario
Este veranito cambiario tiene aportes invalorables sobre la dinámica de precios. Combinar la situación actual de «inflación importada» con escasez y estrés cambiario hubiera sido penoso.
Fíjese los datos de pobreza. El segundo semestre de 2021 también se caracterizó por la estabilidad cambiaria, que primó desde mayo de la mano de un superávit comercial favorable y de la devaluación del dólar oficial al 1,5% en promedio. Esa tendencia, acompañada por la recomposición del ingreso de los trabajadores (especialmente formales) en los últimos meses del año, sin duda permitió acotar la tasa de pobreza, que se redujo en nada menos que 4,7 puntos porcentuales respecto del segundo semestre de 2020.
Al cierre del año pasado, la pobreza (uicada en el 37,3%) afectaba a 17,6 millones de personas y la indigencia (8,2%) alcanzaba a 3,9 millones, lo cual significó que 2 millones salieran de la pobreza y un millón lo hiciera de la indigencia, según las proyecciones oficiales.
Como nota al pie, esas cifras permiten inferir que el objetivo de disminuir la pobreza en nuestro país en 1,1 millón de personas por año, según el Plan Argentina Productiva 2030, pueda ser realista.
Antes de cerrar quiero mencionar otros dos datos llamativos del informe sobre pobreza e indigencia del Indec. En primer lugar, la incidencia de la pobreza continúa siendo predominante en la población infantil, afectando al 51,4% de los menores de 14 años, si bien se trata de un porcentaje menor al registrado a fines de «las dos pandemias» de 2019 y de 2020: 52,3% y 57,7%, respectivamente.
En segundo lugar, es doloroso advertir que el costo de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y de la Canasta Básica Total (CBT) en los hogares pobres e indigentes llegó a triplicar el promedio nacional registrado en ese mismo período: la CBA promedió unos $32.000 en los hogares pobres (contra los $10.700 a nivel nacional) y la CBT se ubicó en torno de los $74.000 (contra los $24.600 a nivel nacional). El costo de la CBA desaceleró durante el segundo semestre de 2021, pero difícilmente se mantenga esa tendencia este año.
Esto último debe llamarnos la atención: la combinación de una acelerada suba de precios en los comercios de barrio con la lenta recomposición de los ingresos de los trabajadores informales y beneficiarios de planes sociales. Las personas trabajadoras pobres como nuevo fenómeno social exige prontas medidas de parte del Estado.
Por Mara Pedrazzoli. Publicado originalmente para BAE Negocios