El avance de una industria inclusiva: una agenda que beneficia a todas las partes

Históricamente, el porcentaje de participación de las mujeres en la industria ha sido considerablemente menor al de los varones. Esta conducta aún persiste, registrando un bajo porcentaje de mujeres dedicadas al trabajo industrial y manteniendo una amplia brecha de participación en relación con sus pares varones

Si bien la transformación del rol femenino y su traspaso de lo privado a lo público permitió que muchas mujeres dejaran a un lado las ocupaciones domésticas para insertarse en el mercado laboral, la brecha de género en la participación de la fuerza de trabajo continúa siendo alta, y más aún si se analiza el empleo industrial.

El rol de las mujeres en el mercado laboral

En Argentina, la participación de las mujeres en la industria manufacturera se mantuvo en niveles bajos durante los últimos veinte años. Según datos del Ministerio de Trabajo, hacia 2019 las mujeres ocuparon casi 220.000 puestos de trabajo industriales, en tanto que los varones dedicados a la industria sobrepasaron el millón, manteniendo la tasa de feminización por debajo del 20%.

Esta baja inserción de las mujeres en la industria reproduce los estereotipos de género y relega al sexo femenino hacia empleos con mayor nivel de informalidad y menor carga horaria. Por un lado, los sectores de comercio y servicio doméstico son los que registran mayor porcentaje de informalidad, lo que conduce a altas tasas de rotación del personal y bajos salarios. Otra actividad donde se registra mayor porcentaje de mujeres es el sector de enseñanza el cual se caracteriza por exigir menos horas de trabajo lo que también conlleva a remuneraciones más bajas.

Entre la población de mujeres argentinas ocupadas, más del 60% se desempeñan en actividades de Comercio, Enseñanza, Trabajo doméstico y Servicios comunitarios, sociales y personales. Si se analiza el empleo no registrado por rama de actividad, el trabajo doméstico ocupa el primer lugar en cuanto a mayor tasa de empleo informal. Entre la población femenina asalaria no registrada, el 42,8% se dedica al trabajo doméstico, mientras que el porcentaje de varones asalariados no registrados que se dedican a esta actividad es del 0,6%, según datos del Ministerio de Trabajo.

Si se analiza la industria manufacturera, también existe una segregación por género dentro del mismo sector. El empleo femenino se concentra principalmente en el rubro de Confecciones, actividad con mayor empleo no registrado y menor remuneración de la industria. En el resto de los sectores industriales, la participación femenina está por debajo del 40%.

Este comportamiento en la distribución de actividades por género se percibe desde la formación. Durante el año 2019, se egresaron de títulos de pregrado y grado 83.690 mujeres, un 24% más que en 2012 y con una representación del 61% en comparación con los varones recibidos que fue del 39%, según el Departamento de Información Universitaria del Ministerio de Educación (DNPeIU – SPU). Sin embargo, si vemos la distribución de las carreras elegidas por mujeres, solo el 2% se recibió de títulos de grado de ingeniería. Mientras que en el caso de los varones el porcentaje asciende a 11%.

Las desigualdades también se extienden en términos salariales, no solo entre los diferentes sectores industriales, sino también, dentro de las mismas actividades se registran brechas de género. El sector de Confecciones ocupa el segundo lugar entre las actividades manufactureras que tienen menor salario. Asimismo, presenta una alta tasa de informalidad que se relaciona, en muchos casos, a los talleres clandestinos donde no se cumplen las normas laborales. En cuanto a las diferencias salariales dentro de las ramas de actividad, en 20 de los 22 sectores industriales, los varones ganan más que las mujeres. Las mayores brechas se dan en Alimentos, Productos químicos y Maquinaria y equipos donde las trabajadoras ganan entre un 15% y un 22% menos que sus colegas varones.

Según un informe de ADIMRA Equidad, elaborado por la Asociación de Industriales Metalúrgicos en marzo de este año, en la actividad metalmecánica existe una amplia brecha de género, tanto en la participación de las mujeres, como en los cargos de autoridad. En este aspecto, la tasa de feminización de las empresas metalúrgicas es del 11%, pero si se analiza la distribución de los puestos de trabajo, casi el 40% de las trabajadoras realizan tareas administrativas.

El concepto de paredes de cristal, que plantea el problema de la segregación por género en el mercado laboral, no solo conduce a desigualdades salariales, sino que además desemboca en un techo de cristal. La baja tasa de feminización en las actividades estratégicas, con mayor nivel de formalidad y menor rotación de personal, hace que las mujeres tengan menos posibilidades de acceso a puestos de autoridad.

Ventajas de la inclusión laboral

La incorporación de una agenda con enfoque de género en la industria no solo tiene un impacto positivo en la garantía de derechos y la autonomía de la mujer, también genera mejores rendimientos a nivel empresarial, como a nivel agregado. Por lo tanto, es necesario visibilizar todos los beneficios que la igualdad de género ofrece en cada ámbito económico.

En primer lugar, la inclusión de las mujeres en la industria contribuye a romper con los estereotipos de género en las actividades económicas facilitando la libre elección, no solo en la etapa laboral, sino también desde la formación. A su vez, incrementa la posibilidad de inserción de las trabajadoras en sectores estratégicos para abrirse paso hacia puestos de liderazgos.

En mayo de 2019 la Organización Internacional del Trabajo publicó “Las mujeres en la gestión empresarial: argumentos para un cambio”, un informe elaborado a partir de una encuesta a casi 13.000 empresas, entre ellas, más de 4.000 corresponden a América Latina y el Caribe. El relevamiento incluye una serie de demostraciones estadísticas que revelan los beneficios económicos de aumentar la participación de las mujeres en el mercado laboral, tanto en términos empresariales como a nivel agregado. En el caso de las empresas, la implementación de una agenda con perspectiva de género produce efectos positivos en materia de rentabilidad y de productividad. En este sentido, más de la mitad de las organizaciones que pusieron en práctica políticas de género lograron que sus beneficios financieros aumenten por encima del 15%. Otra ventaja que arrojó el estudio de la OIT sobre la implementación de políticas de género es que promueve la incorporación de nuevos talentos y la entrada de ideas innovadoras.

A nivel agregado, contribuye al efecto distributivo, consolidando el esfuerzo de perseguir sociedades más justas y equitativas. Asimismo, la reducción de las brechas de género en el mercado laboral contribuye al crecimiento económico. En este aspecto, el informe mencionado de la OIT comprueba que existe una correlación positiva entre el PBI y la inserción laboral femenina. Asimismo, un estudio de McKinsey Global Institute, prevé un incremento del 26% del PBI global si se incorporaran mujeres en tareas masculinizadas.

Avances y compromisos pendientes

Durante los últimos años en Argentina se ha avanzado en una agenda con perspectiva de género, no solo con la creación del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, sino también desde otras instituciones públicas y privadas. Desde el Ministerio de Economía se creó la Dirección de Economía, Igualdad y Género desde la cual se publican informes estadísticos para visibilizar las desigualdades y a partir de esto, se trabaja en políticas públicas con perspectiva de género. Desde el Banco de la Nación Argentina se creó la Gerencia de Género, Diversidad y Derechos Humanos donde se llevan a cabo programas de inclusión financiera con enfoque de género. Por su parte, el Ministerio de Desarrollo Productivo nombró un Consejo público- privado para fomentar la inclusión en el sector productivo y reducir las brechas de género. Además, en noviembre de 2020 se presentaron 39 iniciativas transversales a todas las Secretarías del Ministerio, con el fin de incentivar el desarrollo productivo con perspectiva de género.

Desde el ámbito privado, las mujeres industriales vienen construyendo redes de compromiso para impulsar una agenda con enfoque de género, desde cámaras empresariales y sindicatos hasta referentes de ONG y activistas.

El avance sobre una industria inclusiva requiere el compromiso y participación de todos los actores involucrados. Para esto, es muy importante incentivar la participación de las mujeres en la discusión y toma de decisiones. Si bien, desde el Estado se ha avanzado en políticas con perspectiva de género, es necesario tomar medidas consistentes y determinantes para achicar las brechas de género en los diferentes sectores industriales. Una de las deudas pendientes en la ampliación de derechos laborales es la extensión y la obligatoriedad de la licencia por paternidad, con el objetivo de fomentar las responsabilidades de cuidado y crianza compartidas, facilitando la inserción laboral de las mujeres y contribuyendo a su autonomía económica.

Uno de los puntos principales para la inserción de las mujeres en la industria es romper con la cultura tradicionalista que reproduce los estereotipos de género en las actividades económicas y prolifera las desigualdades en términos salariales y ocupacionales. En este sentido, es importante abordar una agenda de género que garantice la igualdad de oportunidades, así como el desarrollo profesional de las mujeres.

Por Yanina Busquet. Publicado originalmente para BAE Negocios

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